Bienvenido Log in
Entrar en el taller y vivienda de un artista es una experiencia siempre prometedora. Juan Ramón Martín me invitó a su casa y comprendí muchas cosas.
En un barrio arbolado y recogido, de...
Entrar en el taller y vivienda de un artista es una experiencia siempre prometedora. Juan Ramón Martín me invitó a su casa y comprendí muchas cosas.
En un barrio arbolado y recogido, de estrechas y empinadas calles en las que se suceden viviendas unifamiliares, los rectilíneos perfiles de una fachada, potente en su pura armonía matemática, descubre su vivienda, entrevista entre ramas y hojarascas. Un alto cubo vertical, que parece vaciado en una franja horizontal que forma el hueco de las ventanas, es señal indudable de una voluntad que busca la belleza sin adornos, la simplicidad de lo imprescindible para conseguir claridad y funcionalidad. Nada falta. Nada sobra.
Detrás del timbre abre la puerta un Juan Ramón siempre jovial, enjuto, enérgico y delicado que invita a pasar a su refugio artístico y vital. Lo primero son algunas de sus piezas, puestas como a secar y airearse entre plantas y macetas, en convivencia con los elementos naturales: sol, lluvia, brisa, viento, plantas, insectos, animales, para recargarse de vida y de tiempo. Los recios perfiles de algunas de sus esculturas de acero, como su “Toro”, allí están, mansamente recostadas, matizándose, recogiendo fuerza, casta, belleza y poderío.
La entrada a la casa, ofrece dos posibilidades: subir o bajar. Primero mejor bajar. Es el taller del artista.
En un amplio espacio limpio y ordenado conviven, pacíficamente, dos talleres antitéticos y opuestos, el taller de un herrero y el taller de un grabador. Detrás del banco del herrero, con sus tenazas, sopletes, tronzadoras, sierras y grúa puente para manejar muchos kilos de acero, un tórculo y un amplio y pulcro tablero de arquitecto, descubren que allí trabaja también un refinado artista gráfico.
Como sabemos es el mismo, Juan Ramón Martín, el artista que aúna en su creación fuerza y delicadeza. En mi percepción, es ésta una de las primeras características de su obra. La conjunción de dos expresiones diametralmente distintas que en él conviven con naturalidad: la de forjador de aceros que crea en su imaginación de dibujante virtuoso y la de creador de grabados y dibujos a los que transmite la densidad y volumen de sus esculturas. Porque es sorprendente la capacidad del artista para dotar de volumen y peso a sus delicados dibujos y grabados, monocromos y realizados con tintas planas, de asociar a las dos dimensiones el valor de lo tridimensional.
Este es uno de los secretos, en mi criterio, de la originalidad y fuerza de la obra artística de Juan Ramón Martín. Consigue el milagro de ser siempre el mismo, cuando forja volúmenes en acero y cuando graba líneas o manchas sobre papel. Crea en los dos casos, obras de fuerte carácter escultórico, a pesar de ser rigurosamente fiel, en cada una de estas técnicas, a los principios y reglas que rigen cada arte. Esto nos habla de que estamos ante un escultor, es decir, un hombre que ve en tres dimensiones, incluso cuando maneja el lápiz en sus bocetos.
Me ha impresionado, conocer en mi visita a su estudio taller que las esculturas las sueña primero y después las aboceta en limpios dibujos planos, que contienen, como en germen, el volumen que van a desarrollar después. Los escultores, con frecuencia, antes de abordar la ejecución de la obra definitiva, crean bocetos tridimensionales que contienen los parámetros esenciales de planos, volumen y proporciones. Juan Ramón no necesita de estos ensayos en pequeña escala. Con una hoja de papel y un lápiz, es capaz de expresar, en toda su potencialidad tridimensional, los elementos que van a configurar la obra definitiva.
Esta capacidad de ver mentalmente en el espacio y expresar limpiamente en el papel lo entrevisto, como guía segura para desarrollar con precisión la obra escultórica, es, en mi opinión, la segunda característica del arte de Juan Ramón Martín y una de las claves de interpretación estética de su obra.
Y tanto las esculturas en acero como los dibujos y grabados en papel los realiza con la sabiduría y destreza propia del buen artesano que mantiene su taller, limpio y ordenado y que cuida sus herramientas y útiles, amorosamente. Conocedor de las técnicas, dominándolas mediante su práctica personal y frecuente, inventa soluciones originales para las propuestas nuevas y los nuevos desafíos que concibe en sus sueños.
Este es un aspecto que me parece esencial en la creación artística de nuestros días. Las consecuencias derivadas de un arte conceptual, virtual y retórico, unido a las facilidades que proporcionan los nuevos medios de diseño y reproducción de carácter mecánico y cibernético, han permitido que pase por arte lo que o bien es mera propuesta teórica o mental, en el mejor de los casos, o bien trabajo ejecutado por obreros que dominan máquinas, pero que no aportan ni un ápice de creación.
El arte de la escultura es el proceso humano por el que la materia se domina y transmuta, bien en idea, expresión o sentimiento. La obra de arte no puede ser sólo concepto o propuesta sino que, principalmente, es cosa nueva, hecho cierto, transformación de la materia bruta en un ser nuevo, el ser estético, en un proceso de alquimia que exige valor, conocimiento, experiencia, técnica y dominio por parte de quien lo ejecuta. Es la mano del artista, no sólo el cerebro, quien crea cabalmente arte.
Juan Ramón Martín es de los artistas que “crea” con sus manos la obra, que queda así marcada por su huella personal, lo que permite, al contemplarla, disfrutar de la perfección de su ejecución: en sus esculturas, por la limpieza de su construcción, lo depurado de su pulido y los valores táctiles que completan la percepción visual de la obra; en sus dibujos y grabados, por la uniforme densidad de las manchas o las sutiles líneas, a veces casi imperceptibles, pero fuertemente presentes en al ánimo del espectador, que crecen y decrecen, se cruzan y se descruzan, sobre las elocuentes texturas de papeles cuidadosamente escogidos.
Otro especto que estimo principal en la obra de Juan Ramón Martín, se sitúa también en polos distintos, contradictorios o complementarios, polos opuestos que hacen saltar la chispa de la creación. Me refiero a la presencia en su obra de lo natural y lo industrial. El artista goza con la naturaleza en todas sus expresiones, hasta en las más pequeñas, como una lagartija o unas raíces que se cuelan por la grieta de una tapia, y, al mismo tiempo, posee una inteligencia dotada para construir artefactos propios de la cultura industrial, que sabe de vigas, soldaduras y cálculos. En este cruce entre lo natural y lo fabricado, entre la naturaleza y la manufactura, es donde siento yo el potente hálito poético de Juan Ramón Martín.
Este es el tercer aspecto que para mí le define como artista. La capacidad de convertir en poesía lo que toca, una pletina de acero o unos trazos en un papel, en pugna permanente con la racionalidad matemática que está en la base de su trabajo. Lo consigue porque goza de una sensibilidad a flor de piel, una sensibilidad de tísico para percibir los valores plásticos que la naturaleza proporciona, no para reproducirlos miméticamente en su obra, sino para que esa experiencia vivifique sus aceros y sus papeles, en un ejercicio de recreación que llega al espectador sensible de su obra, sin imponer una lectura evidente o elemental.
Completada la visita a su taller, la puerta de arriba de su casa nos la abre la sensibilidad poética de Juan Ramón, que nos invita a subir a su vivienda, donde, entre sus obras escultóricas, expuestas en una distribución de alturas, espacios y luces, que es también arte de arquitecto, es muy fácil compartir jugosas conversaciones, lecturas, criterios y aprender mil cosas relacionadas con el arte, los tipos Ibarra Real, la escultura, Moore, Brancusi, Chillida, la naturaleza, la sociedad y cuantas cuestiones importan, sin que el tiempo cuente.
I. Y.
Madrid, otoño de 2012
PGD.es utiliza cookies con el fin de mejorar su experiencia de navegación. Al continuar utilizando la página entendemos que acepta su utilización. Más información. | aceptar |